lunes, 28 de noviembre de 2016

Nadando entre el feminismo


Colores, olores, sabores, sentimientos, emociones, ilusiones, disgustos, debates, denuncias, tristezas, alegrías, encuentros, abrazos, besos, entre otras, pueden ser palabras con las que se describa la experiencia al participar en asambleas de la Asociación de Bizkaia Mujeres del Mundo Babel.  Quizá, como ilustradora, lograra visualizar este espacio tan excepcional e importante a través de una imagen que resulte de la composición de líneas, puntos, formas, texturas y colores.

Sin embargo, con ninguna de las dos opciones me es posible personificar la evolución física y psicológica de cada una de las mujeres que participan en las comisiones y asambleas de Babel.

No obstante, conviene contar algo de lo que se observa en este paisaje rico y poderoso, creado a pulso por mujeres que van y vienen, dejando su saber, inconformismo y rebeldía, intentando aportar para darle la vuelta a la desigualdad que persiste de generación en generación, pese a la formación e información aprendida y analizada, como bien subrayó Kate Millett (1970), una de tantas mujeres que han dejado huella en el feminismo: “El patriarcado, ni los papeles y posiciones sociales derivan de la naturaleza humana, el origen del patriarcado sería histórico y cultural”. 

Mujeres del Mundo, no es sólo un piso bajo en la calle Fika número 5 de Bilbao, es un mar donde se puede bucear para entrar en la inmensidad del feminismo. Una organización que propicia el traspaso de aprendizajes entre mujeres de los cinco continentes, permitiendo que surjan herramientas que les facilite su empoderamiento para reencauzar sus vidas y ser más felices. Es una cuestión maravillosa, a la mujer que participa en las asambleas, tras algunas reuniones, le aflora su voz y habla más alto, expone propuestas creativas argumentadas, o manifiesta su inconformismo sobre lo que no comparte, además deja el espacio para debates en contra y a favor de sus ideas. 

Mujeres de todas las edades, profesionales de diferentes campos o ámbitos, profesoras de universidad, trabajadoras de servicios sociales, de cuidados, de limpieza o de servicio doméstico, estudiantes de postgrados y jubiladas. Todas valen allí, todas son igual de importantes, todas aportan desde lo que mejor saben hacer. También bailan, aplauden, meditan, lloran, hacen talleres, cantan y comen. La pluralidad permite el trabajo amplio y democrático, no existe imposición filosófica, política, cultural o religiosa. El vínculo común, ser mujer libre pensadora.

Un Abanico de colores, mujeres del mundo sistematizando, aprendemos (2006), como dice el título de una de sus publicaciones. Sí, en Mujeres del Mundo también se escribe y publica: sobre los talleres y actividades que realizan, denuncias y reivindicaciones políticas de nivel local e internacional, leyes, poesía y música. Revistas y libros en los que se va plasmando la memoria histórica de una de las organizaciones de mujeres de Bizkaia más completas, donde se aprende a nadar entre el feminismo que resulta aún molesto en muchos espacios, pero que construye y transforma para la sana convivencia entre hombres y mujeres.

Ésta no es sólo una nota para leer, es la invitación abierta a las instituciones públicas y privadas para que apoyen un proceso amplio y potente donde nacen y se defienden ideas a partir de la igualdad dentro de un espacio de libertad y diversidad.

Asimismo, es una invitación a las mujeres que quieran crecer de manera autónoma al lado de las mil y una posibilidades que ofrece Mujeres del Mundo – Babel-.




jueves, 16 de junio de 2016

Quitar poder al patriarcado a que decida sobre mi cuerpo



Sin ser inquieta literariamente, a mis 14 años leí a Oriana Fallaci. El libro “Carta a un niño que nunca nació” fue mi primera aproximación al feminismo. En ese período no razonaba muchas cosas, sin embargo me quedó claro, que si un día me embarazaba, valoraría aspectos positivos y negativos antes de traer al mundo a una nueva persona. -Que inocente- no dimensionaba lo que ese pensamiento tan propio y respetable significa en la vida de las mujeres. No es sólo en lo individual, familiar, religioso y cultural, sino también en lo complejo que resulta plantearlo a nivel institucional y legislativo. 
Tres décadas después volví a tropezar con el tema, esta vez con Florence Thomas en su libro “Había que decirlo”. Me encontré que estaba alejada de la realidad al pensar que podía decidir sobre mi cuerpo, en un país donde ni siquiera el embarazo producto de la violencia sexual ejercida por un padre a su hija menor de 13 años, comprobada, es motivo suficiente para practicar un aborto. Decir en Latinoamérica voy a abortar, o lo que es los mismo, interrumpir voluntariamente un embarazo, no sólo es ser pecadora, lo que asumes es un sinfín de obstáculos y discriminaciones que impone el patriarcado estructural a las mujeres. 

Da la sensación de que la despenalización del aborto, aunque falta mucho más, ha avanzado en varios países del mundo, a pesar de ello, resultan peligrosas amenazas las situaciones que se siguen presentando. Ejemplo de ello la crisis presentada en un país progresista como España, que en el 2013 se amenazó rebajar derechos aprobados en la Ley del aborto del 2010. 

En los países de Latinoamérica donde está aprobado, además se suman sendos procedimientos de una burocracia descomunal, donde se aprueba o desaprueban los derechos de las mujeres sin tener en cuenta sentimientos, emociones, proyecciones, necesidades o simplemente sus circunstancias particulares.

En Colombia el 10 de mayo de éste año, se han conmemorado 10 años de creación de la Ley del aborto, en los tres supuestos: malformación del feto, embarazo producto de violación, o cuando peligra la vida de la madre. Es irónico porque mientras se demuestran estos supuestos, que no resulta fácil, la mujer debe seguir su proceso de embarazo sean cualesquiera sus circunstancias, y además enfrentarse a señores ginecólogos que las tratan como asesinas o irresponsables, o incluso prostitutas. Por ejemplo, no se entiende como una mujer a punto de iniciar la interrupción de su embarazo es atendida y despreciada por un ginecólogo que se declara impedido a practicar un aborto, su acogimiento a la objeción de conciencia resulta una bofetada a la integridad de una mujer en un momento como ese. 


No queda duda que los avances en Colombia son insuficientes, se necesitan más acciones para seguir profundizando la reivindicación de articular y hacer efectiva la Ley con la realidad en las instituciones, para fortalecer lo que existe agilizando los procedimientos y lograr ampliar los supuestos de abortos hasta alcanzar el derecho individual de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.


miércoles, 30 de marzo de 2016

De lejos los paisajes hilvanados se ven mejor


Foto: Roberta Basic y Emérita Cuéllar.






Tomar distancia para redescubrir los hechos, las transformaciones sociales y los logros de nuestras sociedades, es un buen ejercicio.


Nuevamente desde el País Vasco en España es cuando redescubro los avances y logros que se van entretejiendo por toda Colombia. Es probable que sean las estribaciones y las elevaciones de montañas derivadas de los tres ramales principales en los que se divide la cordillera de los Andes en Colombia, lo que nos impida ver cuanto ocurre en cada una de las regiones naturales. Los paisajes, los sucesos y los progresos colectivos son distintos, sin embargo el no conocer esto último ralentiza y baja el impacto a los progresos, a tal punto de que se impide generar cambios sociales importantes.

Ejemplo de lo anterior, son las formas creativas y novedosas con las que cientos de organizaciones de mujeres vienen empoderándose para trabajar por la equidad entre hombres y mujeres en busca de acabar la violencia sexista, ideas que no llegan a ser conocidas ni por la sociedad, ni por las organizaciones de mujeres. Si se conocieran, probablemente contribuirían a mejorar el desarrollo de los procesos a lo largo del país. 

Por esto veo necesario dar a conocer expresiones creativas con las cuales muchas mujeres están plasmando la memoria histórica de sus regiones. No se logran cambiar las estructuras si no se conocen, por eso mientras esto ocurre, se pueden adaptar las formas de comunicar para contribuir a mejorar la calidad de vida. 
Sin palabras y a través del arte de hilvanar en una tela miles de mujeres llamadas arpilleristas están por el mundo contando los sucesos de violencia que han tenido que vivir o que les han contado sus padres y madres, entre ellas, las de la Asociación Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz, de la región de los Montes de María en el departamento de Bolívar en Colombia, ganadoras del Premio Nacional de Paz en el 2015. 

Es triste, la noticia tuvo impacto a nivel del país, sin embargo no ha llegado el mensaje de su especial y novedosa forma de comunicar. Las arpilleras son textiles tridimensionales latinoamericanos que nacieron en Chile. La arpillera (tela gruesa hecha de cáñamo o yute) da nombre a este tipo de tapiz que se ha convertido en una herramienta donde cientos de mujeres dejan escuchar sus voces. Con sus manos y apoyadas en retazos de telas no sólo denuncian, sino que les permite sanar y perdonar.

No todas las personas tenemos que expresar e informar por el mismo canal, no obstante, el conocer y aprender nuevas técnicas para comunicar, contribuirá al empoderamiento de miles de mujeres víctimas de violencia a lo largo de la geografía, que no saben cómo denunciar sin poner en riesgo sus vidas y las de sus familias. El arte contribuye a la no violencia y se puede denunciar desde él, se puede visibilizar lo invisible con una aguja, un retazo, un hilo y unas tijeras. No se debe ser experta o experto, es hacer muñecos y luego construir las historias. 

Mujeres sencillas y cálidas como Roberta Bacic, Ana Zlatkes y Pamela Luke, van dejando por el mundo no sólo sus experiencias personales, sino también la semilla de la técnica de arpillera, donde se crean espacios de escucha, expresión y nuevas amistades para gente de toda profesión y todo nivel académico. 


Al final mis historias pertenecen a las historias de las sociedades en las que he vivido, eso construye y transforma, por eso es importante plasmar con alguna técnica de comunicación o expresión mis vivencias. Un dato, un acto y un reto que pueden ayudar para avanzar en la igualdad.